Desde hace ya algunos meses he estado haciendo cursos de cocina colombiana y repostería suramericana en Mannheim. Claro que no ha sido fácil... comenzando por el idioma... afortunadamente hasta ahora todos han quedado contentos - por lo menos los habré divertido con mi lenguaje de señas suplente de una pronunciación y vocabulario insuficientes- y yo, con la satisfacción incomparable de compartir recetas, historias, música y una versión distinta de la que ya todos conocen acerca de nuestro querido país, de nuestro continente latino.
Tampoco ha sido tan fácil acostumbrarme al estilo para mi inusual, con el que mis alumnos acometen una actividad, cuyo objetivo final es el entretenimiento... ¡por Dios, cuánta seriedad!! Ni un chiste, ni una bromita... ni una risa. Al comienzo me sentía como en un funeral. Luego poco a poco comprendí, que no era falta de interés, ni inconformidad con lo que estábamos haciendo, tampoco aburrimiento. Se trataba simplemente de la actitud local promedio del participate de un curso, una actitud donde no prima "hacerse el divertido o integrarse" sino cumplir con la norma y demostrar un buen rendimiento. Ejecución antes que pasarla sabroso; hacer el camino más corto entre dos puntos, sin dar tanta vuelta, sin perderse en los vericuetos del camino culebrero -que tanto nos tuerce la vida a otros.
Y con el perdón del que se sienta aludido, pero que nadie me venga a decir que los alemanes no son raros. Son raros. Para mi son muy raros, con su capacidad insólita de desvincularse afectivamente, de construir una muralla infranqueable entre el mundo interior y el exterior, de estar presentes en cuerpo y mente mientras están ausentes de espíritu...chispa...alma... como quiera que se llame. Son raros por su disciplina a prueba de cualquier tentación, por su organización meticulosa y la precisión con la que cumplen en tiempo y forma con lo que prometen. Toda una colección de raras virtudes desde mi punto de vista latino. Raros. Pero también he descubierto gracia en la rareza.
Por ejemplo, todavía me sorprende el poder programar con dos meses de anticipación vía email la asistencia a un curso, sin necesidad de exigir pago anticipado, sin amenazas ni acoso telefónico diario de mi parte, para recordar y/o presionar al otro para que cumpla con su palabra de venir. Nada, y el otro...llega 5 minutos antes de la hora pactada con sesenta días de anticipación, sorprendiéndose porque yo me sorprendo de verlo aparecer. Raro para mi; el código, la norma para ellos.
Mejor dicho, con mis cursos de cocina he podido acercarme mucho al alma alemana -ahh tienen alma!?? ;) , pero creo que también he dejado un rastro de nuestra autóctona disposición para la gozadera en cada una de éstas personas a las que según yo, les hace falta un buen abrazo. No llegué a abrazarlas físicamente -no quería asustarlas, ya me pasó antes- pero he intentado hacerlo a través de lo que cocinamos, contándoles historias -a veces exagerando- fantásticas sobre la vida en Colombia, mirándolos con cariño y sonriendo con ganas. No siempre funcionó, pero generalmente me sirvió para romper algunas de las capas de hielo que nos separaban y hacer de la clase un viaje imaginario por mundos subdesarrollados donde a pesar de todo la gente es feliz, e incluso, alcanzó para provocarles "fernweh" que vendría a significar algo como "extrañar el estar lejos", como tener ganas de estar lejos de casa, desear estar en ese temido paraiso lleno de guerras y peligros: Colombia. Como nadie sabe para quién trabaja, por ahí estoy dándole una mano a la industria turística nacional, viéndolo así debería pedir mi comisión....
Para el próximo curso hay 16 inscritos...y todavía no sé qué ponerlos a cocinar... sinceramente porque algunas de las recetas que enseño, las hago yo misma por primera vez. Parece el colmo, pero bueno es que el interés por hacer la carimañola perfecta, el aborrajado ideal, me surgió solo al estar tan lejos de algún "chuzo de la esquina" donde los pudiera encontrar. Aprovechando que tengo que "repasar" algunas recetas, para verificar las cantidades pues los voy provocando con los resultados. Y hablando de carimañolas vamos a empezar por ahi...ni se imaginan la delicia......unos amigos -alemanes- que vinieron a comer se devoraron cada uno ¡cinco!! y no eran carimañolitas.... y además esa era solo la entrada... es que venir a comer a esta casa es cosa seria ¡oiga!
Las carimañolas o pasteles de yuca en buen bogotano, exigen un par de horas en la cocina, así que están llamados a ser muchos... es decir, si se animan a hacerlos, no se pongan con mezquindades, que a hacer solo media receta... nonono hagan muchos e inviten a muchos, porque si no, corren el riesgo de causarse un coma hepático al no poder parar de comer. Mis papás me contaban que antes hacían en las casas "empanadas bailables" -sobra la explicación, y como sé que algunos de los que leen esto viven en países lejanos, pues se me ocurre que pueden reciclar la idea e invitar a los amigos a unas carimañolas-bailables y ponerlos a sandunguear bajo el pretexto de que es una costumbre super típica en nuestro país... ¿ven? de ese estilo son las historias que les cuento a mis alumnos ;)
Carimañolas -bailables- salen aproximadamente 30
8 horas salsa, merengue, cumbia, vallenato, reggaeton
1800 g Yuca pelada (comprar más o menos 2 1/2 kilos)
1 cdita. mantequilla
2-3 huevos
carne molida 500g
4 gajos cebolla larga
2 tomates
100g alverja fresca o de lata
3 hojas laurel
1 cdita tomillo
2 huevos cocidos
1 cdita comino
11/2 cditas sal
1 cda aceite
pimienta
1. Empezar poníendo musiquita sabrosa para entrar en ambiente.
2. Se cocinan las yucas en agua salá como 35 minutos o hasta que ablanden, pero no demasiado. Se escurren, se les retira la fibra del centro y se muelen o se machacan muy bien junto con la mantequilla hasta obtener una masa. Dependiendo de la calidad de la yuca -aquí en general se consigue de muy mala calidad- es necesario retirar las partes "paludas" osea que son como palos, no se dejan aplastar, o si la yuca es muy harinosa, es necesario agregar huevo para que se amalgame, si no, al freilas se van a deshacer por completo. Entonces con un poco de intuición, dependiendo del aspecto de su yuca, agregen uno, dos o tres huevos... hasta obtener una masa compacta, no muy húmeda.
3. Para el relleno, se frien en el aceite las cebollas, especias, sal y tomate. Luego se agrega la carne y las alverjas y se cocina muy bien. Al final se agrega el huevo cocido picado en trocitos. Verificar sal y pimienta.
4. Para armarlos: se hacen bollitos de más o menos 60 gramos, dándoles forma como de zepelín, se les abre un huequito en el centro y se ponen más o menos 2 cucharaditas del relleno, se cierran muy bien y se fríen en una olla con aceite no muy frío -se entraparían-, no muy caliente -se explotan!-, que los cubra, hasta que tomen un color bronceado envidíable. Ah!! si tienen invitados vegetarianos, pueden rellenarlos de queso, yo usé queso griego, blanco, salado, parecido al queso costeño.
5. Se reparten a los invitados con ají del que explico a continuación, si y solo sí, ya están bailando. Se pueden comer sin plato, sin cubiertos, sin necesidad de sentarse.
Ají bogotano
1/2 taza vinagre blanco
1 aji grande bien picoso
1/4 taza agua
se licúan estos tres ingredientes y luego se agregan:
1/2taza cebolla larga picadita
1/2 taza tomate picadito
1/2 taza cilantro
1/2 taza perejil picados bien finito
1 cda jugo de limón
1 cda aceite vegetal
1 cdita azúcar
1/2 cdita sal
y a picarse!!! tiene un sabor maravilloso, me transporta a los domingos de sancocho de mi mamá, a la mesa de mi abuelita donde nunca faltaba y también a las tardes aburridas y desesperantes cuando trabajaba en un colegio... a la entrada había una tienda donde vendían unas empanadas increibles con un ají así, era el refugio preferido de los profesores en busca de consuelo.
Ojalá que les alcancen las carimañolas hasta para el desenguayabe ;)
Se ven ricas! gracias por compartir tu receta!
ResponderEliminarGracias Loren, espero que las hagas para que puedas comprobarlo! Un abrazo desde Berlín ;)
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