miércoles, 8 de septiembre de 2010

La terapia en mi cocina.




Ya algunos han hablado de la "Cooking therapy" es decir, una orientación, o tipo de terapia con nombre propio. Yo no sé si cabe plantearlo así, si es disciplinar, teóricamente sustentable. Yo solo sé que hay un hecho, que se repite cada vez que cocino y que además, utilizo intencionalmente cuando tengo urgencia de conectarme conmigo misma, salir del remolino de mi mente para volver a la vida, al momento, al aquí y el ahora. Mientras busco la perfección de la textura de una masa y el punto exacto en que los sabores producen felicidad, vuelvo a mi y dejo atrás las preocupaciones que me bloquean, me entrego al momento y el tiempo desaparece, tengo la sensación intensa de equilibrio.
De experiencias como ésta, viene la idea de aplicar los trajines propios del cocinar a propósitos terapeúticos. Por supuesto cocinar constituye una tarea compleja, cuya ejecución exitosa requiere la puesta en marcha de diferentes procesos atencionales, de memoria, de coordinación, de resolución de problemas, entre otros. Por ésta razón existen también programas de estimulación cognitiva a través de talleres de cocina, dirigidos a personas mayores que por diversos motivos tienen dificultades para realizar tareas cotidianas, en las que es necesario seguir instrucciones para obtener un resultado.
 También hay experiencias positivas en el proceso de recuperación y de reinserción a la vida laboral y familiar de personas que luego de un trauma craneoencefálico, sufren el deterioro de su capacidad de planear, dirigir, monitorear y corregir su comportamiento. En pocas palabras, el simple y para algunas personas desagradable, para otras fascinante acto de cocinar, observado desde el punto de vista de la psicología, resulta un campo lleno de posibilidades de entrenamiento de habilidades cognitivas, así como una actividad que permite la expresión de la creatividad, la concentración plena, la satisfacción y la sensación de "puedo hacerlo bien".
Claro si además pensamos en el trabajo en grupos, la cocina resulta un escenario ideal para experimentar los efectos del trabajo efectivo en equipo, para observar las actitudes de cada miembro y su aporte - o la ausencia del mismo- a la obtención de un resultado concreto,  siguiendo unos determinados parámetros, en un tiempo limitado: un menú de tres pasos a la temperatura correcta, presentación apetitosa, sabores y texturas en su punto. ¿Se imaginan el desafío para cualquier grupo no experto en cocina? ahora bien, ¿se imaginan el desafío para un grupo en el que sus miembros no se comprometan activamente en el realización de sus tareas, tomando su parte de responsabilidad  en el resultado parcial sobre el que debe trabajar otro compañero y así sobre el resultado final? Bueno, pues por estas razones es que la cocina se usa también como escenario para el diagnóstico del clima y las relaciones laborales, como espacio de reflexión sobre el efecto directo de cada acción y su calidad, sobre el resultado.
¡Y cuantas cosas más! ¡Cuántas habilidades y virtudes se pueden diagnosticar, recrear, potenciar, aprender, desarrollar, refinar, cuántas!
Así de pasada se me ocurren:
Para los impacientes o los adictos al resultado inmediato: terapia a través de las masas laminadas, o de las masas batidas crecidas de estructura cremosa, ¿?, si, en otras palabras, terapia a través de la imposibilidad de obtener un hojaldre crocante y de hojitas separadas, o un budín esponjoso si no das tiempo al tiempo de batir, de esperar, de tomar frio en el refrigerador (no se vale usar la kitchenaid ni la máquina laminadora)

Para los que viven en el mundo de las ideas, los cálculos, los que les cuesta desconectarse de la oficina después de terminar la jornada: terapia a través del pan, o de la imposibilidad de obterner un pan aireado, de suave miga, sin amasar con amor y dedicación, con el calor de sus manos al servicio de la masa. (no se vale usar kitchenaid)
Para el déficit de atención simultánea: terapia a través del caramelo y la salsa inglesa, es decir, el desafío de monitorear dos preparaciones con puntos de cocción críticos donde al menor descuido, todo se echa a perder. (no se vale usar termómetro)
Para fortalecer el autoestima: terapia a través de la tarta de manzana. Siempre sale bien, a todo el mundo le gusta, te demuestra que TU también puedes. (se vale todo)
Para perseguir la perfección: templar chocolate, donde un grado de diferencia o una sola gota de agua pueden obligarte a empezar todo de nuevo.
Contra la tristeza: cocinar los platos de tu infacia e invitar a un amigo.

 
Bueno son solo algunas ideas en ésta mañana de "verano" que más bien parece invierno. Ahora me voy a buscar unos plátanos verdes para hacerle patacones mmmm a mi amiga mexicana, es mi sesión programada para hoy.
Alejandra.

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